El lenguaje poco inclusivo y denigrante es, según una experta en comunicación asertiva, el causante de muchas peleas en Colombia y de la ruptura del tejido social.
“Usted es de los que marchan o de los que trabajan?”. Esa simple pregunta, según los expertos, encierra muchos sentimientos y contenidos que pueden llevar a una confrontación.
Para evitar ese tipo de barreras al hablar, María Paula Alonso, una experta y asesora en comunicación positiva, acaba de publicar el libro Sépalo decir, en el que explica cómo romper los obstáculos que impiden transmitir mensajes de manera asertiva. Su objetivo es ayudar a incluir en las conversaciones diarias frases más inclusivas y menos inquisidoras.
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Los ejemplos que ella ve en la cotidianidad son muestra de que muchos no saben el arte de controlar las emociones al comunicar, ni saben hacer pausas y mucho menos decir ‘no’ de manera rotunda. Todo eso, dice ella, está detrás del lenguaje incendiario que lleva a la polarización y que, en últimas, destruye el tejido social.
En el caso anteriormente mencionado, Alonso dice que todo se mejora con quitar “los de”, pues esos artículos, de alguna manera, son excluyentes. Pero en otros casos, ella pide a los interlocutores poner cuidado a las conjunciones, y según dice, los colombianos tienen una predilección por el ‘o’. Por ejemplo, ante la pregunta ¿un vaso de agua o café?, ella dice “¡por qué no pueden ser ambas! Con la conjunción ‘o’ estás limitando a la gente y la idea es tener un lenguaje que aprecia y no que desprecia”, señala.
Ese lenguaje también refleja los prejuicios. “Está muy de moda decir: ‘saca a las personas tóxicas de tu vida’” y al decirlo la gente limita la oportunidad de aprender y niega la oportunidad de relacionarse con las demás con maestría. Aunque sacar a la gente tóxica es un mensaje que vende, “las personas no son tóxicas, sino que hay relaciones que no funcionan”.
Para la experta hay una tríada que no puede desligarse y es pensamiento, emoción y palabra. Hay que comenzar por analizar las ideas y los prejuicios que cada cual tiene. Según Alonso, cuando no hay consciencia de lo que se piensa y se siente, las comunicaciones son vacías y carentes de todo sentido emocional. Por eso insta a hablar, pero no sin antes pensar.
Igualmente, es importante saber escuchar, y por eso ese hábito encabeza su lista de características de un buen interlocutor. La escucha implica no solo poner los sentidos en la conversación, sino hacer una representación mental de lo que el otro dice. “Sin esto, la gente pierde la oportunidad de conectar con personas valiosas y de construir relaciones, pues en el fondo de esos mensajes no reconozco vínculos con otros e imposibilito el diálogo”.
Tomado de:
Editado por: Esperanza Herrera
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